Vacío el mundo de las cosas superfluas y de todo lo que se “supone” importante (dinero, poder, posición, cosas etc.) solo nos queda nuestra firme e indudable capacidad de mantener nuestra palabra.
Todo aquel que rompe, quebranta, defrauda o simplemente no cumple su palabra (dan igual los porqués) eso es lo único que cuando uno se compromete, lo hizo creando un contrato verbal al cual, tú y solo tú te ataste.
Tus palabras valen tanto como los hechos que las refutan, cúmplelos o realmente no tienes valores.